La Diputación de Cádiz, a través de su Agencia Provincial de la Energía, está impulsando en los últimos años, siguiendo políticas medioambientales de la Unión Europea, el aprovechamiento sostenible de la biomasa, un recurso energético que puede generar más de seis millones de toneladas al año.

Las posibilidades son diversas, pues se puede emplear en estufas de biomasa en colegios públicos, bibliotecas o en los edificios consistoriales, en calderas para la climatización de piscinas o sistemas de calefacción con biomasa en viviendas de promoción pública, señala el propio presidente de la Diputación, José Loaiza, quien considera que los gobiernos locales ocupan una posición inmejorable para dar a la biomasa el impulso necesario para su implantación; e invita a los responsables municipales a que hagan una valorización energética de restos de la poda estacional que hacen sus ayuntamientos, y de otros residuos orgánicos.
Al respecto, la institución provincial ha redactado una guía de buenas prácticas titulada Biomasa en el ámbito municipal, destinada a incentivar en las corporaciones locales el uso de este recurso energético. En la provincia ya existen instalaciones públicas funcionando con biomasa. En Medina
Sidonia su piscina usa calderas alimentadas con este recurso para calentar el agua de sus vasos y la red sanitaria, así como para proporcionar la calefacción. La planta de tratamiento de residuos urbanos Miramundo los Hardales, entre Puerto Real y Paterna de Rivera, aprovecha la energía de biogás del vertedero.
La biomasa residual comprende un conjunto de residuos y de subproductos procedentes de diversos sectores cuyo denominador común es ser residuos de naturaleza orgánica que provienen de un proceso biológico. Se incluirían los residuos fósiles, pero a efectos prácticos se reserva el término para procesos biológicos inmediatos, excluyendo aquellos que, en épocas remotas originaran, por ejemplo, el carbón y el petróleo. La biomasa por tanto procede de la industria maderera, del mantenimiento de bosques y jardines, de la industria agroalimentaria y agropecuaria, pero también de los residuos sólidos urbanos y de los procesos de depuración de las estaciones depuradoras de aguas residuales.
Los datos recogidos en 2010 por la Agencia Provincial de la Energía ya reflejaban que en Cádiz el consumo de biomasa en términos de energía final habían aumentado en un 59%. En el análisis sobre la potencialidad del uso de la biomasa como fuente de energía en la provincia se recoge que la mayoría de energía que podría obtenerse en la provincia sería a través de la biomasa de origen forestal que tiene un potencial de más de 5,8 millones de toneladas al año. Un 75% de esta cifra se obtendría de alcornoques, un 13% de encinas y un 6% de pinos piñoneros. Con respecto a la biomasa agrícola serían aproximadamente 250.000 las toneladas que podrían extraerse de cultivos de algodón, girasol y vid. En general el estudio concluye que la provincia dispone de buenas superficies para cultivos energéticos.
“La biomasa se ha situado en el panorama energético como uno de los recursos más prometedores, ya que el elevado potencial de recursos se suman a otras ventajas con respecto a otras energías fósiles y al resto de renovables: costes relativamente bajos, o menor dependencia climática a corte plazo” señala por su lado el diputado de Medio Ambiente Daniel Sánchez. La biomasa “constituye un claro estímulo a la economía rural, siendo una de las mayores energías en creación de empleo por unidad energética generada, contribuyendo además a la fijación en los núcleos rurales de la población”.
El coste de la biomasa es alrededor de un 30 y 15% menor al del gasoil o el gas natural. Otros beneficios inciden en el rendimiento y mantenimiento de las instalaciones. Una caldera con biomasa tiene una alta resistencia al desgaste, larga vida útil y un rendimiento que supera valores de entre el 75 y el 90%.
Actualmente en el mercado existen una amplia gama de calderas con distintas potencias, cada una diseñada específicamente para un uso. Hay calderas y estufas individuales de escasa potencia que permiten su conexión con un sistema de radiadores o de suelo radiante para la calefacción de viviendas individuales. Las calderas diseñadas para bloques de viviendas o edificios de mayor tamaño son equiparables a las convencionales de gasóleo o gas. Estos equipos también pueden adaptarse para la producción de agua caliente sanitaria. Existen además redes de climatización, bastante extendidas en países europeos, que proporcionan calor y agua caliente a urbanizaciones, edificios públicos, centros deportivos, e incluso industrias. Estas instalaciones requieren de calderas y silos de almacenamiento de gran tamaño.
La biomasa también puede ser utilizada para la generación de electricidad. Los equipos empleados en estos casos son más complejos, siendo necesarias centrales térmicas específicas con calderas de gran capacidad, de ahí que la mayor parte de estas instalaciones estén ubicadas en industrias que tiene asegurado el combustible con su propia producción.
El mantenimiento forestal y de las zonas verdes, la industria de la madera y la del corcho, la industria agroalimentaria y la hostelería son las principales fuentes suministradoras de biomasa.
“UNA OPORTUNIDAD EXTRAORDINARIA”
Bernardo Villar, vicepresidente de la Diputación y responsable del Área de Cooperación Municipal, Infraestructuras y Medio Ambiente, añade que se vienen desarrollando distintas actuaciones que tratan de impulsar el aprovechamiento sostenible de la biomasa en la provincia: “su uso como combustible supone una oportunidad extraordinaria de avanzar hacia los objetivos marcados en las políticas energéticas y climáticas gracias a la reducción de emisiones de efecto invernadero y la mayor diversificación del suministro energético”.
La biomasa presenta además otras ventajas: potencia el desarrollo económico y social en ámbitos rurales e impulsa la creación de empleo y la consolidación de empresas en el sector agroforestal.
También permite dar destino y buscar valor a los restos y residuos orgánicos, favoreciendo la gestión de ecosistemas forestales y reduciendo el riesgo de incendios. Además es un recurso gestionable que permite reducir el consumo energético de combustibles fósiles, aumentando la competitividad y eficiencia de los procesos.
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